La tarde del 7 de noviembre nos reunimos con gran alegría para celebrar, como comunidad Maisonnette, el Sacramento de la Confirmación de 21 alumnas de IV Medio. Fue una ceremonia que marcó profundamente a quienes participaron, no solo por la emoción del momento, sino también por el camino recorrido durante este año. Para las estudiantes, estos meses fueron un verdadero regalo: un tiempo de preguntas profundas, búsquedas personales y conversaciones sinceras sobre la Iglesia, la fe y la propia vida interior. Pero, sobre todo, fue —como tantas de ellas expresaron— un espacio de pausa, un punto de encuentro consigo mismas y con Jesús, vivido con calma, autenticidad y verdad.
A lo largo de este proceso compartimos encuentros semanales que se transformaron en un lugar seguro para hablar, reflexionar y acompañarse. Allí las alumnas pudieron expresar dudas, compartir experiencias, orar juntas y reconocer de nuevo la cercanía de Dios en los gestos más cotidianos. Estos momentos se convirtieron en pequeños oasis dentro del ritmo escolar, espacios donde cada una pudo detenerse, mirar hacia adentro y descubrir que la fe también se construye en comunidad.
Uno de los hitos más significativos del año fue el retiro de dos días, que dejó huellas imborrables en quienes participaron. Fue un tiempo intenso y muy valioso, lleno de silencio, risas, diálogo profundo, eucaristía, reconciliación y apertura del corazón. Muchas compartieron que allí comprendieron de manera nueva que Jesús no es solo una idea o un recuerdo, sino alguien vivo, cercano y presente en sus historias de manera personal y real.
La celebración tuvo además un matiz particularmente especial porque tres alumnas de IV Medio recibieron su Primera Comunión. Acompañarlas en este paso tan importante, ver cómo sus historias de fe se entrelazan y crecen, fue motivo de profunda gratitud para toda la comunidad. Su emoción, sumada a la de las confirmadas, llenó la ceremonia de un sentido aún más profundo.
Esa tarde, llena de recogimiento y alegría, nos recordó que Dios continúa haciendo nuevas todas las cosas. Fue un testimonio vivo de que su Espíritu sigue actuando, guiando con suavidad y firmeza cada paso del camino de nuestras estudiantes. Como comunidad, celebramos no solo un sacramento, sino también el crecimiento interior, la madurez espiritual y la luz que cada una de estas jóvenes aporta al colegio y a quienes las rodean.